Reconstruyendo el vibrato de Pierre Baillot, primer violinista del emperador Napoleón

Gracias al plan de adoctrinamiento musical impulsado por el espíritu de la Revolución Francesa, la música, que pasó a ser el arte oficial del régimen, se comenzó a reglar y ordenar para mayor gloria de la Revolución y la República, con objeto de unificar el estilo musical e integrarlo en una concepción política inspirada en el nuevo ideal de la igualdad y la fraternidad. En este contexto surge en 1795 el Conservatorio de Paris, integrado por un grupo de profesores que, con principios similares, produjeron un corpus pedagógico que unificará el estilo y situará a este centro en la vanguardia de las instituciones pedagógicas europeas. Este plan de enseñanza hizo que las ideas se difundieran ampliamente, creándose una verdadera escuela de arco en Francia.

Pierre Baillot
Cuando el Conservatorio de París abrió sus puertas, el 30 de octubre de 1796, los titulares de las clases de violín eran Gaviniès, Guénin, Kreutzer, Lahoussaye, Blasius, Guérillot y Persuis. Gaviniès, que falleció en 1800, fue sucedido por Jean-Jacques Grasset, mientras Pierre Baillot y Pierre Rode fueron nombrados en 1801 y 1802, respectivamente. El 3 de abril de 1801, una comisión compuesta por Baillot, Pierre Blasius, Frédéric Blasius, Catel, Chérubini, Gordete, Guénin, Guérillot, Kreutzer, Lahoussaye y Rode, se constituye con el fin de establecer las bases para el desarrollo de un método de violín destinado a la enseñanza en el Conservatoire. La tarea de confeccionar el método fue encomendada a Baillot, Kreutzer y Rode, siendo Baillot el redactor final del texto. La influencia de Baillot sobre la escuela de arco francesa será fundamental, no sólo en la escuela violinística, sino también en la violonchelística, ya que también colaboró, junto a Levasseur, Catel y Baudiot, en la realización del Méthode de Violoncelle et de Basse d’accompagnment. Esta influencia será reconocida posteriormente por Olive-Charlier Vaslin en su LArt du Violoncelle (1884). La extensa experiencia pedagógica de Baillot culminará y quedará compendiada en su monumental L’Art du violon (1834). Por otra parte, Baillot y Kreutzer eran los dos violinistas que ostentaban el título de “premier violon de Sa Majesté l’Empereur et Roi”. Ambos violinistas, de hecho, lideraron las dos orquestas que participaron en la ceremonia oficial de coronación de Napoleón como emperador, el 2 de diciembre de 1804.

Heredero de la tradición italiana, Baillot poseía un estilo refinado. Según François-Joseph Fétis, “su estilo es por lo general grave o apasionado, de tal forma que el artista no sacrifica su estilo al gusto del público, sino que satisface sus inclinaciones, que siempre son elevadas”. En consonancia con su afiliación estética se encuentra su concepción del vibrato:

El vibrato [ondulation] usado con discreción da al sonido del instrumento mucha analogía con la voz cuando está fuertemente emocionada. Este medio de expresión es muy poderoso, pero si es a menudo empleado, pronto habría perdido la virtud de emocionar y tendría sólo el inconveniente peligroso de desnaturalizar la melodía, y de hacer perder al estilo esa preciosa ingenuidad que es el más grande encanto del arte, aquel que tiende siempre a recordar su sencillez primitiva.

Baillot advierte que el vibrato, aunque da al sonido mucha analogía con voz cuando ésta está fuertemente emocionada, altera la afinación de la nota, por eso, y para que el oído no sufra, recomienda definir la entonación de la nota: “Hay que comenzar y acabar dejando oír el tono justo y puro”. Baillot manifiesta que la velocidad de oscilación del vibrato puede ser más o menos lenta, mostrando la amplitud del vibrato mediante el siguiente ejemplo:


Si atendemos a la demostración de la amplitud del vibrato que nos brinda Baillot en su LArt du violon, comprobamos que la oscilación se mantendría —interpretamos— en un margen aproximado de un octavo de tono, implicando una elevación (y no un descenso) de la altura de la nota que se vibra, por lo que estaríamos hablando de un vibrato que se percibiría estrecho en el caso de ejecutarse rápidamente. No obstante, Baillot, como también Louis Spohr, menciona la analogía que debe guardar el vibrato en el violín con aquel que tiene lugar en el canto. Por lo tanto, el vibrato en los instrumentos de cuerda tendría que ejecutarse con una ligera elevación y descenso en la altura del sonido.


Interpretación de la amplitud del vibrato anotada por Baillot para el sol''.
Pero, volviendo al ejemplo anterior, hemos querido verificar empíricamente cómo habría sonado la amplitud de oscilación del vibrato indicada por Baillot, creyendo en el celo que puso este violinista a la hora de anotar dicha amplitud y, al mismo tiempo, conscientes de la artificialidad de nuestro experimento. Para ello, hemos tomado la frecuencia del sol'' (784 Hz) y el la'' (880 Hz) en la octava indicada y calculado la distancia en hertzios del tono comprendido entre estas dos notas, para después dividirlo entre ocho y obtener así la orquilla (octavo de tono) en la que se hubiera mantenido la oscilación del vibrato de Baillot (880 – 784 = 96 / 8 = 12 Hz). Posteriormente, hemos generado un sonido sinusoidal al que le hemos aplicado un vibrato con una amplitud de oscilación de 12 Hz (vibrato que se eleva desde el sol'' [784 Hz] hasta el la'' triple bemol [796 Hz]), primero dándole a dicho sonido sinusoidal una velocidad de oscilación lenta y después rápida. El resultado es que el segundo de ellos ofrece una extraordinaria semejanza con el vibrato rápido y estrecho que escuchamos en algunas grabaciones históricas del primer quindenio del siglo XX, como la del violinista Eugène Ysaÿe, en su grabación del Ave Maria de Schubert (1914); la de Fritz Kreisler, en su grabación del Larghetto de la Sonatina para violín y piano, op. 100, de Dvořák (1914); o la de Maud Powell, en su grabación de El cisne de Saint-Saëns (1911). El mismo tipo de vibrato también lo encontramos en los violonchelistas afines a la escuela clásica de interpretación, como Heinrich Grünfeld, Hans Kronold o William Whitehouse, que muestran en general un vibrato muy estrecho, que a veces parece más bien un temblor irregular, y de oscilación rápida. Esta semejanza nos permite aventurar que el vibrato primitivo y que prevaleció durante el siglo diecinueve, tanto en el violín como en el violonchelo, al menos en los virtuosos ajenos a las influencias dramáticas, es decir, los más conservadores, pudo ser de estas características.





Esta reconstrucción del vibrato de Pierre Baillot puede que haya ido demasiado lejos, pero, al igual que de un bajorrelieve imaginamos y construimos un nuevo instrumento, no debemos resistirnos a dar vida a aspectos interpretativos de otro tiempo, siempre que los indicios lo permitan, ya que nos llevan a comprender mejor cómo pudo haber evolucionado la interpretación antes de la era fonográfica.

17 de marzo de 2017.


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